Facinas y sus molinos maquileros

El pueblo de Facinas es una localidad del término municipal de Tarifa que luce colgada en la ladera alta de la sierra de Fates, a unos diecisiete kilómetros de la ciudad en dirección Cádiz.

Mario Álvarez Osorio

Los orígenes de Facinas se pierden en la niebla de la historia, quizás porque como escribe Juan Quero, gran historiador autodidacta y nativo de los campos de esta tierra, “Los historiadores en nuestro país nunca se ocuparon de las pequeñas cosas y Facinas siempre ha sido humilde y sencilla”. En sus cercanías pueden encontrarse pistas de ocupación humana desde la antigüedad como dólmenes y menhires, su propio nombre, Facinas, parece tener su origen en el mundo romano, bien en referencia a un nombre propio latino, quizás el dueño del lugar, bien relacionado con las “faces”, haces de trigo o leña que los antiguos habitantes elaborasen para el transporte de estos productos. También existen tumbas antropomorfas y restos de una alquería musulmana que nos hablan de una ocupación en la alta y plena edad media. El edificio más antiguo que se conserva es la iglesia de la Divina Pastora, situada en la parte alta del pueblo, la referencia más lejana en el tiempo a este bello templo se remonta a 1759.

Pero independientemente de los orígenes de Facinas y su trasiego por la historia, hay una serie de edificios, los más antiguos en pie tras la citada iglesia, que dieron a Facinas fama y prosperidad en tiempos pasados y que, a mi entender, conformaron la forma física, a modo de reguero de blancas casas a lo largo de la ladera de la sierra, de la actual Facinas. Me refiero a los Molinos harineros. El aprovechamiento de la pendiente del terreno para acrecentar la energía dinámica del agua hizo que los molinos se construyeran formando una irregular linea de arriba abajo en la ladera, las construcciones anejas a los molinos como hornos, tahonas y almacenes dieron lugar al nacimiento de pequeños núcleos poblacionales que al ir creciendo a lo largo de los decenios formaron el perfil de Facinas, en algún momento, quizás con el desuso de los molinos, el eje longitudinal se desplazó hacia la actual carretera quedando los molinos apartados y olvidados, pero aún hoy Facinas es conocida por sus panes, de gran calidad y artesana elaboración.

Son seis los molinos cuyos restos podemos rastrear insertados entre las modernas edificaciones de la localidad o en sus inmediaciones. La tradición popular, recogida por el citado Juan Quero, cuenta que fueron unos frailes los que, tras la reconquista cristiana de Tarifa y sus tierras, supieron aprovechar la fuerza del agua para moler el trigo cultivado por los nuevos ocupantes de los terrenos de labor de la campiña, construyendo estos frailes los primeros molinos, aunque esta hipótesis no tiene que yo sepa pruebas documentales que la sustenten.

Los restos de los molinos que aún permanecen en pie son probablemente de finales del siglo XVIII o principios del XIX. Estos molinos son de los llamados de cubo, es decir, regulando la salida de la alberca donde se almacenaba el agua, se conseguía llenar el interior de una torreta cilíndrica (el cubo) desde su parte superior, esta agua salia por una apertura en la base de la torre a elevada presión, con lo que se conseguía la fuerza motriz necesaria para mover el mecanismo rotativo de los molinos, situados normalmente en un nivel superior. Son pues también molinos hidráulicos pues es el agua quien proporciona la energía necesaria para la molienda. Otra denominación apropiada para estos molinos es la de molinos maquileros, esto obedece a la forma de pagar a los molineros por su trabajo. En Facinas, localidad rural y serrana, hasta hace no tanto tiempo era común el pago en especie o al trueque, los antiguos molineros se cobraban quedándose con una parte de la harina molida, la maquila, que después podían vender o trocar los molineros por otro bien necesario.

Los molinos están asociados por parejas, aprovechando así algunas infraestructuras como las albercas para cada dos molinos. El agua de distintos manantiales era recogida en un solo cauce en la parte alta de la sierra mediante un sistema de acequias y canalizada hacia una primera balsa que abastecería a la pareja de molinos situados a más altura, muy cerca de la iglesia. Tras realizar su tarea, cada gota de agua seguía su camino hasta la segunda alberca donde esperaría su turno para el trabajo en la segunda pareja de molinos y finalmente en la tercera. El agua era, y es, un bien preciado y escaso en estos lares, por lo que después de ser usada en los molinos el agua regaba las huertas de Vico, nombre por el que se conoce la zona baja de Facinas, palabra por cierto que también nos habla de un pasado romano de esta zona (vicus es un tipo de localidad o población romana de poca entidad).

Como amante de la historia me lamento del actual estado de abandono y ruina de estos protagonistas del pasado. Me consta que ha habido algún intento de valorizar y recuperar los molinos harineros de Facinas aunque lamentablemente ninguno ha llegado a buen puerto. Espero que en un futuro no muy lejano, pues el deterioro de las edificaciones e infraestructuras es cada vez mayor, las administraciones juzguen de interés el invertir en la conservación de estos tesoros locales. Estoy seguro que su recuperación revertiría positivamente en los habitantes de Facinas y de Tarifa, sumando un atractivo turístico y cultural más al municipio.

Quienes estén interesados en saber más sobre estos molinos y el origen de Facinas pueden consultar en la página web dcaminata publicado en 2012 o en la página Facinas.org de Cristóbal Cózar así como algunos artículos de la revista de Estudios Tarifeños Aljaranda como el de Juan Navarro Cortecejo de 1999 o el de Juan José Álvarez Quintana en el número 48.

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