La desembocadura del río Guadiaro (San Roque) debería ser un edén. Allí donde la riqueza costera y la fluvial confluyen se crean ecosistemas de gran valor natural. Pero este tramo final del río sufre desde hace años un grave problema, se tapona por la acción antrópica. La desembocadura se tapona con demasiada frecuencia. El agua se estanca y se pudre. El ciclo natural del cauce se altera y por lo tanto afecta principalmente a los peces.
En la desembocadura del Guadiaro se produce una de esas confluencias de competencias que, a menudo, se convierten en un freno para dar respuesta ágil a los problemas. Cualquier actuación requiere del concurso de todas las administraciones principalmente la Dirección General de Costas del Ministerio de Transición.
Desde Verdemar Ecologistas en Acción se está preparando una «cuadrilla» de voluntarios para abrir manualmente la zona de áridos. Mientras, pese a no ser competencia municipal, el Ayuntamiento de San Roque realizó labores de apertura de la desembocadura que, no obstante, se muestran insuficientes.
La verdadera gravedad de este asunto radica, además de la respuesta de las administraciones, el no tener un caudal permanente de agua, debido a la gran cantidad de captaciones que a lo largo de la ribera existen con el consentimiento de la autoridad local, razón por la que su figura de protección debería de servir para garantizar la sostenibilidad hidrográfica, en pro de preservar la vida piscícola y la vegetación autóctona.
Por esta razón, cualquier alteración, extracción incontrolada o desvío ilegal del contenido o curso del agua podría dar lugar a un grave e irreparable problema medioambiental, agravado aún más si cabe por la larga época sin lluvias constante que se viene sufriendo y que de manera natural y por empuje de caudal mantendría la desembocadura abierta.