En este sentido, recuerdan que el abuelo de María, Antonio Brito Chicón, procedente de Burgos, perdió el barco que debía llevarle desde Algeciras hasta América. El joven se estableció en una huerta del Albarracín, donde conoció a una chica. Se casaron y se asentaron en la Sierra del Arca. Ahí comenzaba la saga serrana de los Brito, tan antigua como la de los Carita, otros pobladores muy conocidos en la localidad.
El Arca contempla un largo litigio del que merece dejar constancia de algunos datos. En 1821 se formó el ejido de la sierra y en 1860 fue vendido el enclave en pública subasta en aplicación de las medidas de desamortización de 1855. El Ayuntamiento inició un combate legal para impugnar la venta en base a que se trataba de un bien de dominio público de aprovechamiento comunal.
El recurso fue denegado en 1863 y el Ayuntamiento acordó continuar las gestiones acudiendo al Consejo de Estado.
Sin embargo, no hay constancia documental de que ello prosperase o fuese presentado un nuevo recurso. Cien años después de la venta, en 1970, se llevó a cabo la división territorial entre los propietarios de ese momento.
En el reparto se declaraba un número de hectáreas que no se correspondía con lo enajenado en 1860 -más de 127 hectáreas-, distribuyéndose casi 400 hectáreas, según medición actualizada por iniciativa municipal.
Por tanto, el excedente sería mantenido como propiedad municipal. El Consistorio abrió un expediente de investigación en 1999, siendo recurrido por los propietarios. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía dictaminó que el proceso abierto estaba sujeto a derecho, pues el Ayuntamiento mantenía la potestad de investigación. El fallo, no obstante, no entraba en la cuestión de la propiedad.
José Serrano recuerda los últimos capítulos de lucha de los que, junto con otros pobladores, vivió intensamente.
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