Una sede para el centro del mundo (I)

¿Área metropolitana o la gran ciudad de la bahía?

Recientemente, en él salón de actos del campus universitario de la UCA en Algeciras, la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar, con su presidente Juan Lozano a la cabeza, presentó “Campo de Gibraltar, centro del mundo” la nueva marca comarcal, representada en su parte gráfica por acertados logotipos que representan diferentes poblaciones y facetas de la comarca, realizados por la agencia Apolo, cuyo director creativo, Sergio Díaz, se encargó de presentar y explicar a la nutrida asistencia, en la cual había representantes a los representantes de la comarca, en sus facetas económicas, administrativas y culturales que abarrotaban el salón de actos del campus universitario de la UCA, en Algeciras.

Con la nueva marca “se busca mejorar el posicionamiento y la percepción externa que se tiene de nuestra tierra, aportando mayor visibilidad y valor añadido a la comarca”. En la creación de la nueva marca se ha tenido en cuenta numerosas facetas comarcales a través de sus representantes, para plasmar simbólicamente “un conjunto de valores asociados al territorio, para posteriormente expresarlos mediante un diseño y una comunicación específica y adecuada a los intereses comunes”. Esta marca territorial, en la que se ha implicado la diputación provincial, este es el primer paso al que seguirán muchos más, dentro de un plan diseñado para fortalecer la imagen real del Campo de Gibraltar.

Este acto tiene mucha trascendencia y significa la atención a una realidad, el gran futuro al que puede acceder la comarca, si es impulsada por un esfuerzo colectivo y coordinado para alcanzar óptimos niveles de eficacia y bienestar. Alguien comparó hace muchos años a la bahía de Algeciras, en el contexto mundial, con un solar abandonado pero situado en la mas rica avenida de Nueva York, en alusión a una posición estratégica de primer orden y a un nulo aprovechamiento de esa ventaja. Sin embargo, hace siglos que algunos ya tenían conciencia de esa excepcionalidad, como un cronista del siglo XIV que definió este lugar como “La Cruz del Mundo”, ya que el paso intercontinental Europa-África se cruzaba con el tránsito del Atlántico al Mediterráneo.

Otras muchas circunstancias positivas concurrían en la comarca, entonces resulta sorprendente el que desde hace mucho tiempo este espacio no tenga el nivel económico, administrativo y cultural que merece y tras el que se han dado ya algunos pasos de gigante. De esta singular circunstancia vamos a tratar en estas líneas, empezando por la concentración urbana en las riberas de la bahía y sus causas.

Muchas veces la cercanía, paradójicamente, no permite una visión nítida de una situación. La bahía de Algeciras se reparte administrativamente entre cinco municipios, enumerados de izquierda a derecha, según el orden de lectura habitual en occidente: Algeciras, Los Barrios, San Roque, La Línea y Gibraltar, pero si vemos un mapa de la bahía, apreciamos lo contiguas que están las zonas urbanizadas situadas en la línea costera. Salvo dos pequeños sectores, uno entre el término de Algeciras y el polígono lúdico-comercial-industrial de Los Barrios,  y otro en el aeropuerto de Gibraltar, existe un continuum de edificación que cierra la bahía desde Getares a Punta Europa. Donde esto es más evidente es en el caso de la barriada sanroqueña de Campamento, que conecta directamente con La Línea sin que el forastero pueda distinguir los límites.

Esto solo ocurre en el ámbito de la bahía y sus llanuras fluvio-marítimas, ya que en el interior la distribución de zonas urbanizadas mantiene unas distancias normales, excepto en la parte baja del río Guadiaro, el tramo previo a la desembocadura, del que hablaremos en otra ocasión, y que acoge a varios núcleos poblacionales en zona de amplias posibilidades tanto económicas como para el urbanismo en sí. Esta concentración de estructuras antrópicas es conocida, con toda justicia como el Área Metropolitana de la Bahía de Algeciras, pero opinamos que en el futuro la saturación será tal, que inevitablemente habría que pensar en una nueva gran ciudad, a la que habría que buscar nombre, quedando los actuales municipios como sectores ciudadanos y con las instituciones de coordinación general en la actual zona lúdico-comercial-industrial comprendida en el estratégico interfluvio o llanura aluvial entre los ríos Palmones y Guadarranque

Este fenómeno de la concentración urbana en el arco de la bahía se debe a causas económicas y urbanísticas, siendo paralelo al de la concentración en las citadas pequeñas llanuras aluviales de la bahía y la desembocadura del Guadiaro, en ambos casos se unen varios factores:

  • Posibilidades económicas, como pesca y comercio en los bordes marítimos
  • Facilidad de comunicación ante la inexistencia de elevaciones importantes.
  • Espacios más apropiados para el trazado urbano.

A lo largo de la historia, ha existido un movimiento pendular entre las elevaciones y las llanuras como lugares preferentes para el establecimiento urbano, y esto se debe simplemente a la seguridad, pues en épocas de peligro se han elegido los lugares altos por sus facilidades para la defensa, sacrificando todo lo demás, mientras que en épocas de tranquilidad se preferían las llanuras por los motivos expuestos.

A nivel histórico general, en un tiempo de fragmentación política y practica inexistencia del estado, como la época prerromana, la población se protegía en las alturas, en los oppidum, hasta que el establecimiento de un estado fuerte, con la romanización permitió la urbanización en las ricas llanuras o en los atractivos bordes marítimos. Este es el caso de Baelo Claudia, que en origen se situaba en las alturas de la Sierra de la Plata y constituía el oppidum indígena de Bailo, conocido como Silla del Papa, que los romanos consideraban una vetus urbs o ciudad vieja, hasta que, garantizadas paz y seguridad en este extremo del imperio, levantaron en la orilla costera, ex novo, o sea partiendo de cero, la nova urbs o ciudad nueva de Baelo Claudia, que admiramos por su perfecto urbanismo.

En aquella época de tranquilidad, asistimos al establecimiento de una red de poblaciones en la costa del Estrecho, formada por Baessipo (Barbate), la ya citada Baelo Claudia, actual Bolonia, Mellaria, de dudoso emplazamiento, Caetaria (Getares), Julia Traducta, en la Villa Vieja de Algeciras, Portus Albus, al norte del río de la Miel, Carteia, en Guadarranque y por último Barbesula. Esta última, ya en el Mediterráneo era en realidad de carácter fluvial y al estar en un estuario navegable, se beneficiaba tanto del comercio como de la agricultura, siendo la salida natural de las producciones de la amplia cuenca del Guadiaro-Genal y a la reciproca, su puerto era la entrada de productos manufacturados del mundo mediterráneo.

En la anterior relación, hemos omitido ciudades del interior como Oba (Jimena de la Frontera) y por supuesto, hemos de tener en cuenta muchos enclaves menores, cuyo nombre no han transmitido las escasas fuentes disponibles, centradas en el itinerario costero a causa de la excepcional importancia geográfica del mismo.

Las ciudades costeras, aparte de atender agricultura, ganadería, explotación de montes e industrias como la fabricación de cerámica, se beneficiaban de las pesquerías del estrecho y transformaban esa materia prima en conservas de pescado, en base a numerosas factorías establecidas a lo largo de la costa. Algunas eran puertos de recalada en la ruta de los productos del valle del Guadalquivir hacia destinos del Mediterráneo occidental como Ostia, el gran puerto de Roma, donde las ánforas de aceite desechadas tras su uso formaron una colina, el Monte Testaceo, lo cual nos indica la intensidad del tráfico marítimo que se apoyaba en los puertos del extremo sur peninsular. Pero su otra utilidad era como puertos para la comunicación intercontinental Europa-África, como en los casos de Baelo Claudia y Carteia, cuya importancia pasó a Julia Traducta.

Todas estas poblaciones entraron en decadencia a consecuencia de la gran crisis que alteró el imperio romano en el siglo III y a la práctica desaparición del comercio marítimo a larga distancia, consecuencia no solo de los desórdenes,  sino a la competencia agrícola del áfrica romana que resulto a la larga más rentable para Roma que la producción del valle del Guadalquivir.

La práctica desaparición de las ciudades costeras continuo tras la invasión islámica, reforzándose tan solo Algeciras como uno de los muy escasos puertos de los primeros tiempos de la España musulmana, siendo anterior a la aparición de Tarifa y posteriormente Gibraltar. Durante el califato de Córdoba, un régimen fuerte que mantuvo el orden, las ciudades pudieron situarse en las llanuras, e incluso prescindir de murallas algunas de ellas. Sin embargo, tras la caída del régimen cordobés, el periodo de la Fitna o de los disturbios civiles obligó a las poblaciones a refugiarse en las alturas o tras fuertes sistemas defensivos, situación mantenida durante el periodo de taifas o pequeños reinos en que se dividió el califato. Las invasiones africanas de Almorávides y Almohades reforzaron la edificación en llano, pero la tendencia se invirtió con los Benimerines y sobre todo con el débil reino de Granada.

Algeciras fue destruida en 1375 y la comarca padeció una doble calamidad que motivó su despoblación. En primer lugar, entre el siglo XIII y finales del XV, existió la frontera, una franja entre los reinos de Castilla y Granada, origen del “apellido” de muchas poblaciones del sur de Andalucía, como Jerez de la Frontera, Vejer de la Frontera, Castellar de la Frontera o Jimena de la Frontera, por citar algunas. Esa famosa franja fronteriza se extendía en este extremo sur desde la costa correspondiente a la laguna de la Janda hasta la serranía de Ronda, y no fue algo mas segura hasta la reconquista de esta ciudad. Abarcaba pues los territorios de Vejer, Tarifa, Algeciras, Gibraltar, Castellar y Jimena, siendo tan insegura y peligrosa, que algunas poblaciones tuvieron el privilegio de homicianos, o sea, eran lugares donde podían refugiarse y vivir tranquilamente los criminales, con tal que no hubieran atentado contra los intereses del rey. Esta mala situación se agravó entre los siglos XV y XVIII a causa de la piratería berberisca, tan grave que la población vivía encastillada en algunas plazas fuertes como Tarifa y Gibraltar o bien en algunos cortijos fortificados, como en Guadiaro, Tarifa o Vejer. También de esta época es la cadena de torres vigías que aún se conserva en las costas tanto atlánticas como mediterráneas. En la continuación de este texto veremos como la comarca salió de esa triste situación…

 

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