Rafael Pascual, exiliado en España, hijo de exiliados en Chile: “La lucha ha merecido la pena, volvería a empezarla”

“¿Ha merecido la pena? Sí. ¿Volvería a vivirlo? Sí”. Es lo que dijo Rafael Pascual Arias, exiliado chileno en España, hijo de exiliados españoles en Chile, cuando un asistente a su charla en la Casa de la Memoria La Sauceda, en Jimena de la Frontera, le preguntó si habían merecido la pena los años de lucha, de cárcel y de destierro hasta llegar al momento actual en que está el mundo.

Fue en el coloquio celebrado en la Casa de la Memoria entre el público y Pascual sobre el exilio de sus padres, que huyeron de la dictadura franquista en 1939 y se refugiaron en Chile, y su propia experiencia como militante activo contra la dictadura de Pinochet, preso por ello en la cárcel pública de Santiago de Chile, fugado y exiliado en España.

Pascual admitió que él y otra mucha gente ha vivido momentos de desencanto en los últimos años, pero que la situación actual de Chile, con un nuevo presidente en el Gobierno y todo el país participando en la elaboración de una nueva constitución que elimine los restos del pinochetismo que aún quedan en su sistema político, permiten tener esperanza y dan sentido a todo lo luchado en décadas anteriores. Pascual elogió la valentía de los estudiantes en las movilizaciones vividas en Chile a finales de 2019 porque arrastraron al resto de las organizaciones sociales y permitieron dar comienzo al esperanzador cambio político que está viviendo ahora el país.

Los participantes en el coloquio vieron media hora de la película Pacto de fuga, una producción chilena de 2020 en la que se retrata con mucha fidelidad cómo 49 presos políticos, entre ellos Rafael Pascual, huyeron en enero de 1990 de la cárcel en que, la mayoría, estaban condenados a cadena perpetua o muerte. Pascual añadió muchos detalles y explicaciones de cómo se organizaron y trabajaron los presos participantes en la fuga; de cómo vencieron las dificultades técnicas y aseguraron el secreto dela operación; qué gran revés significó la huida, tan espectacular como eficaz, para una dictadura que se creía todopoderosas e invulnerable; y cómo lo festejó la mayoría de la población chilena cuando llenó el país durante días con una canción muy sencilla: “¡Con cucharas y cuchillos, se escaparon los chiquillos!”.

El diálogo sirvió también para recordar el sufrimiento de Carmen y Benito, madre y padre de Rafael, que llegaron a Chile con lo puesto y dos hijas ya en el mundo. Rafael habló de la dureza de la travesía del Winipeg, el barco de mercancías que llevó de Francia a Chile a 2.000 españoles; de la campaña deleznable e inmoral que contra los refugiados hicieron los periódicos de derecha de la época; y de la intervención justa y decisiva que a favor de los españoles hizo Salvador Allende, en aquella época ministro de Sanidad. Rafael recordó a los miles de personas que en el puerto de Valparaíso dieron la bienvenida entusiasta y solidaria a los exiliados españoles que llegaron por mar; y también cómo su padre empezó pronto a trabajar de minero y cómo el resto de familias mineras, en un pueblo del Sur de Chile, le ayudaron, con regalos y pequeñas aportaciones, a levantar un hogar en el que acabaron viviendo el matrimonio y seis hijos.

Rafael Pascual Arias contó que su padre, fallecido en 1979 en Chile, nunca pudo superar la tristeza con que vivió el exilio. Años antes, un hermano de Benito había sido fusilado por los fascistas en Madrid y otro había muerto como soldado en la guerra. Y luego, la huida a Francia y el destierro en Chile. “Mis padres vivieron durante años con la maleta hecha”, dijo Pascual. “La esperanza de que la dictadura iba a caer al año siguiente los mantenía ilusionados. Al final, ninguno pudo volver”.

Quién sí vino a España fue él mismo, que estando aún en la cárcel consiguió, como hijo de exiliados, la nacionalidad española. Rafael Pascual agradeció la presión que el entonces gobierno socialista español hizo ante las autoridades chilenas para que también los hijos de españoles que estaban presos obtuvieran sus pasaportes españoles. “Fue mi madre quien me dio el pasaporte en mano”, recordó Pascual. “Fue en una visita clandestina que nos preparó el Partido Comunista de Chile, cuando ya nos habíamos fugado de la cárcel, pero yo aún estaba en el país esperando instrucciones del partido”, aclaró.

Más de treinta años después, Rafael Pascual Arias, que tiene dos hijas en España, vive con la eterna duda de los que son arrancados de su tierra: Volver o no volver al país de origen. No sabemos qué hará finalmente. Lo que sí sabemos es que su testimonio único será inolvidable para quienes lo conocieron en Jimena.

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